Acabé en Mérida ayer domingo. Ha sido maravilloso. Me han dicho que 11.800 personas han pasado estos últimos 5 días por el Teatro Romano. Gracias, mil gracias a todos los que habéis venido y a los que no habéis venido. Os espero en Madrid, en Huelva, en donde sea. Gracias.
La noche anterior al estreno tuve un sueño: un mendigo con gorro de lana me decía: «Tómalo como viene, nada más». Lo tomé y lo dejé pasar.
Ayer, después de la última función, tuve otro sueño: paseaba junto al ex Abad de Silos, al borde de un precipicio:
– ¿Para quién trabajas? me dijo
– Trabajo para trabajar para Él, le dije
– Pues entonces, me dijo, «déjalo como se va»
Así fue. Y viajando después hacia el bosque bajo las estrellas, a las cuatro de la madrugada, con Dani en el coche, oí por la radio que el director de proyecto Genoma Humano quedó fascinado ante la inteligencia misteriosa que gobierna el diseño genético de la especie.
¿Qué es todo esto?
A la salida del Teatro Romano de Mérida, había unas señoras esperando para hacerse fotos conmigo, yo estaba derrotado, sin aliento. Sentí el impulso de esconderme en el coche y salir corriendo, pero otro impulso más grande y más noble me hizo ir allí. Y me hice fotos con ellas, firmé programas, di abrazos y besos durante 10 o 15 minutos. Agotado pero satisfecho salí hacia la autovía…
¿Qué es todo esto?
Quizás la técnica del arte no es más que un pretexto para que se expanda y circule el mensaje: el misterioso latido del universo… Amor… «haz de mi tu servidor, tu aliento, tu esencia»
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