Sueño de inmortalidad

Estas navidades estuve en el bosque. Calma, silencio y mucha lluvia. Soñé una noche: discutía con mi sombra. Ella me decía: «somos mortales». Y yo le decía: «no, somos inmortales». Me desperté con un dolor en la espalda. De repente lo vi muy claro: esto iba a ser algo malo, muy malo: un tumor. Creí que iba a morir muy pronto.
Vi a mi mujer: bella, resplandeciente. Entendí el enorme regalo que es la vida. Esta vida mía, pensé, es un regalo inmenso. Lo sentí así, lo supe. Pero yo iba a morir. Estaba claro. No me iba a dar tiempo ni a estrenar La Odisea en Barcelona.

Había una última oportunidad: que todo esto no fuera más que una paranoia de mi mente ofuscada y calenturienta. Y todo volvería a ser otra vez como antes: alegre y transparente. Pensé una estratagema: llamar a mi amiga Ángela que es vidente y sin explicarle el verdadero motivo de mi inquietud -por si acaso era solo una paranoia y claro, yo no quería hacer el ridículo- preguntarle, así como el que no quiere la cosa:

– Ángela… ¿cómo me ves este año que entra?
Y si ella me decía:  ‘no te veo en Barcelona’.
Entonces, si decía eso, estaba claro: es que yo iba a morir.

Me giré en la cama. Sentí el dolor. Vi el amanecer sobre el bosque. La vida era un inmenso y misterioso, resplandeciente, irrepetible regalo. Pero yo iba a morir.
Me levanté. Me senté sobre una silla con la espalda recta y medité durante tres cuartos de hora. Me volví a levantar y estaba perfecto: ningún dolor. La mente serena. En paz. Estaba alegre. Todo fue un sueño. Un mal sueño. Ya pasó. Ahora estoy despierto, me dije, pero… antes también lo estaba. Entonces  lo que sentí antes, sólo fue un sueño pesadillesco que soñé estando despierto. Pero si es así… ¿quién me dice que esta nueva alegría no es también otro sueño? De todas formas puestos a soñar, prefiero este último sueño. Viene a mi mente la frase de Yogananda:

… desvanece nuestros sueños para que te contemplemos a Ti… Conviértenos en estrellas inmortales de tu firmamento…

¡Somos inmortales, pero también somos mortales a la vez!
Podemos elegir… soñar, pensar, crear. Tenemos la plegaria, la palabra, la oración. ¿Una oración es un sueño… para despertar?

Continuará…

Litografía: Marc Chagall – Odiseo ante Nausícaa.

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