El chupa sangre de las sombras

Una vez hubo un hombre millonario que se llamaba Ricardo. Vivía en una mansión gigante. Una noche estaba lloviendo sin parar y de repente sonó la puerta, la abrió el mayordomo y entró un señor que no quería decir su nombre. Quería ver a Ricardo. Subió las escaleras y entró en la habitación de Ricardo y le dijo: Me iré si me das todo tu oro .

A Ricardo le sonaba raro esto porque no le conocía de nada, así es que le dijo: ¡Fuera de aquí! .  Y el señor aquel le dijo a Ricardo: Me voy, pero te arrepentirás .

Cuando Ricardo se fue a la cama tuvo un sueño muy raro: estaba caminando y apareció ese señor y le mordió en el cuello y se despertó con una marca… en el cuello. Bajó las escaleras y se encontró a todos muertos. Ricardo ahora sabía que ese señor era un vampiro… pero ¿qué era él? La mansión se derritió y él se encontró de pronto en una telaraña gigante y entonces apareció aquel extraño señor. No se sabe lo que le hizo pero los gritos se oían desde un volcán hasta el pueblo…. Miraron en aquel volcán sin lava: estaba todo seco, sólo encontraron una telaraña gigante y… ¡un esqueleto!

En cuanto al hombre misterioso se quedó con el oro y se fue después a otra mansión a hacer sus cosas infernales. Aquel señor era el chupa sangre de las sombras y venía de aquel lugar que llaman Averno y para otros Infierno. Era el demonio de las sombras…

Hasta aquí el cuento que escribió uno de mis hijos, el mayor. Como sólo tiene 9 años le pregunté acerca de esto:
A ver Rafa, si Ricardo le hubiera dado su dinero al chupa sangre, no le habría ocurrido nada, ¿no es cierto?
Y mi hijo me responde:
– No papa, no entiendes. No le interesaba su dinero…. quería el oro, sólo el oro.

Ahora ya sí que me dejó pasmado. O sea que el chupa sangre sería (como dijo Jung) una criatura de la sombra, le dije, que requiere el oro, símbolo de la luz, porque Ricardo no hace un noble uso de ella y por eso se derrite su mansión… está claro… ¡Ah! Y la telaraña…

Pero no le impresionó mi verborrea, no, me miró, como diciendo: No entiendes… y me repitió esta vez con los ojos abiertos: Oro, papá, oro… ¡lingotes, lingotes…!Esto de ‘lingotes’ fue lo que ya me dio la clave: ¡lingotes! Cómo no se me había ocurrido antes: lingotes.
El que pueda entender que entienda…

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