Todos, nos decía El Brujo , somos coprotagonistas de cualquier obra de arte a la que nos asomemos. Todos nos metemos dentro de ella porque poseemos esa capacidad, pero no todos somos capaces de mirar lo que, en este caso, el caminante ve delante de sí. Eso solo lo pueden realizar unos pocos privilegiados, como Teresa, quien fue capaz de mirar al mundo, como el caminante, con sus mismos ojos. Y es que a veces somos más nuestras propias circunstancias, todo aquello que nos rodea, que nos preocupa, que nuestro propio yo que nos adentra.
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