Arcoíris
Amad las palabras, las bellas y sonoras palabras. Bautizad a vuestros hijos con sonoros nombres. Así era como hacían los antiguos.
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Amad las palabras, las bellas y sonoras palabras. Bautizad a vuestros hijos con sonoros nombres. Así era como hacían los antiguos.
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En la copa de las higueras abren los brazos derrengados peleles, y dos marranos gruñen sobre el dornajo, ante la puerta aún cerrada de Marica del Reino.
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SIMONIÑA se ata el refajo con manos temblorosas, échase el mantelo por la cabeza a guisa de capuz, y sale al camino haciéndose cruces y gimoteando.
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Está sentado sobre un peñasco, con la barba greñuda, estremecida por una ráfaga de viento. Mari-Gaila lo conjura.
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Aparece Rosa la Tatula tirando del carretón del enano, llega al mostrador, y se registra la faltriquera al tiempo que ríe toda su boca sin dientes.
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EL FARANDUL muerde la boca de la mujer, que se recoge suspirando, fallecida y feliz. El claro de luna los destaca sobre la puerta de la garita abandonada.
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CIELO estrellado. Una garita de carabineros medio tumbada en la playa y deshaciéndose. Olas de mar con perfiles de plata abren sobre las peñas...
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SIMONIÑA, en camisa, los pies furtivos y descalzos, desciende la escalera del sobrado. En la cocina, negra y vacía, resuenan los golpes con que llaman a la puerta.
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MARI-GAILA bate en la espalda del viejo ladino, y penetra en el mesón, tirando del dornajo. Antes de desaparecer en la obscuridad del zaguán se vuelve, y con un guiño dice abur a los que se quedan.
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