Llevo treinta y cinco años trabajando en los escenarios y en todo este tiempo no he visto nunca una época más convulsa y difícil para el ejercicio de este arte, esta profesión y este negocio.
Porque estas tres cosas supone para nosotros el teatro: un arte al que aspiramos siempre y cuya realización logramos alguna vez, aunque sea solo fugazmente. Una profesión para la que necesitamos determinación y fe, esto significa profesión en el sentido de profesar: aceptar una religión, doctrina o creencia (según el thefreedictionary.com) y un negocio tan antiguo como «el más antiguo del mundo», que es el de la seducción del público (ya lo dijo Molière), el público que paga y se sienta en la butaca a esperar.
No voy a hablar del IVA una vez más porque ya cansa el tema y ya se sabe. Lo importante no es ya la actitud despectiva o destructiva de un determinado gobierno hacia esta manifestación ancestral de la cultura. Esto sería sólo el síntoma de algo más alarmante y doloroso para nosotros y que no queremos ver: la falta de apoyo total de la sociedad y los medios de comunicación y la pérdida de la noción del significado y el valor real del teatro.
A veces presiento al público como algo informe movido por la inercia, amparado en una convención rutinaria, esperando no se sabe que. O esperando nada. Destruir la obra para encontrar a ese público y encontrar a «alguien» ya tiene más valor que la propia función. Necesitamos reinventarnos, no tanto en las formas, que ya están todas vistas, como en la actitud profunda, la motivación esencial que nos mueve para salir a la escena. Entonces quizás nos respetaran, o tratarían tal vez de destruirnos de una forma más rotunda y directa, lo cual siempre sería un honor. Todo antes que este indigno y mediocre «ninguneo».
Pero de momento hasta que llegue por fin ese luminoso impulso nos toca esperar, moviéndonos en círculo, como el asno que tira cansino de una piedra… ¡Ah! El viejo y desvencijado teatro tratando de disimular su obsolescencia en esta sociedad virtual… Esto ya sólo de por sí es ‘una belleza’. Por favor pasen por caridad a ver la función. Por caridad hacemos nosotros también la función.
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