Amad las palabras, las bellas y sonoras palabras. Bautizad a vuestros hijos con sonoros nombres. Así era como hacían los antiguos.
En la copa de las higueras abren los brazos derrengados peleles, y dos marranos gruñen sobre el dornajo, ante la puerta aún cerrada de Marica del Reino.
SIMONIÑA se ata el refajo con manos temblorosas, échase el mantelo por la cabeza a guisa de capuz, y sale al camino haciéndose cruces y gimoteando.
Está sentado sobre un peñasco, con la barba greñuda, estremecida por una ráfaga de viento. Mari-Gaila lo conjura.
Aparece Rosa la Tatula tirando del carretón del enano, llega al mostrador, y se registra la faltriquera al tiempo que ríe toda su boca sin dientes.
EL FARANDUL muerde la boca de la mujer, que se recoge suspirando, fallecida y feliz. El claro de luna los destaca sobre la puerta de la garita abandonada.
CIELO estrellado. Una garita de carabineros medio tumbada en la playa y deshaciéndose. Olas de mar con perfiles de plata abren sobre las peñas…
SIMONIÑA, en camisa, los pies furtivos y descalzos, desciende la escalera del sobrado. En la cocina, negra y vacía, resuenan los golpes con que llaman a la puerta.
MARI-GAILA bate en la espalda del viejo ladino, y penetra en el mesón, tirando del dornajo. Antes de desaparecer en la obscuridad del zaguán se vuelve, y con un guiño dice abur a los que se quedan.
MARI-GAILA enjúgase los labios con un pico del pañuelo que lleva a la cabeza, recibe la taza desbordante y roja de manos del ladino viejo, y bebe, gorjeando el vino en la garganta.
El Compadre Miau levanta su tabanque a la puerta del mesón, y tañe la flauta haciendo bailar a Coimbra. El pájara mago entra y sale en su alcázar, profetizando.
«LOS SEÑORES GUARDIAS, adustos, partida la jeta cetrina por el barboquejo de hule, se alejan bajo miradas de burla y temor. El correaje, los fusiles, los tricornios, destellan en la carretera cegadora de luz.»
La pareja de tricornios, negra y polvorienta, penetra en las sombras del soto donde sestea la taifa de hampones. Viéndola llegar, todos callan, y la pareja, inquiridora, cruza entre unos y otros.
ABRE la alforja y enseña un canto del río con un gran alvéolo redondo y pulido, la huella de largos sueños penitentes. Mari-Gaila, ante aquel prodigio, siente una gozosa ternura.
UN SOTO de castaños, donde hace huelgo la caravana de mendigos, lañadores y criberos, que acuden anuales a las ferias de Agosto en Viana del Prior. La Mari-Gaila, gozosa de su nueva ventura, sofocada y risueña, llega tirando del dornajo, por la carretera cegadora de luz.
VIEJO caserío con palios de vid ante las puertas. Eras con hórreos y almiares: Sobre las bardas, ladradores perros. El rayar del alba, estrellas que se apagan, claras voces madrugueras, mugir de vacas y terneros.
Los aldeanos del velorio -capas y mantillas- beben aguardiente al abrigo de la iglesia. El murmullo de las voces, las pisadas, las sombras tienen el sentido irreal y profundo de las consejas.
Mi afán por dártelo todo es tan ilimitado como el mar y como el mar mi amor es de profundo, porque los dos son infinitos. Cuanto más te doy, más quisiera darte…
Puedes gobernar un elefante loco; puedes cerrar la boca del oso y del tigre; puedes cabalgar en un león; puedes jugar con la cobra…
DOS MUJERES, madre e hija, con los cántaros en la cabeza, bajan por el sendero a la umbría de la fuente. La madre, blanca y rubia, risueña de ojos, armónica en los ritmos del cuerpo y de la voz.
DOS MUJERES, madre e hija, con los cántaros en la cabeza, bajan por el sendero a la umbría de la fuente. La madre, blanca y rubia, risueña de ojos, armónica en los ritmos del cuerpo y de la voz.
A LO LEJOS, bajo chatas parras, sostenidas en postes de piedra, asoma un mozuelo, y tras esta figura se diseña el perfil de otra figura tendida a la sombra.
El amor de todas las cosas es la cima de la suma belleza, y quien lo alcanza penetra el significado del mundo.
Tengo un lebrel. Se llama Carabel. ¡Es un recuerdo de mi amigo García Martí!
Nada le agrada tanto que dormir debajo de mis pies.
Este gran don Ramón de las barbas de chivo,
Cuya sonrisa es la flor de su figura,
Parece un viejo dios, altanero y esquivo,
Que se animase en la frialdad de su escultura.
Valle Inclán dice; El arte es un juego –El supremo juego– y sus normas están dictadas por numérico capricho, en el cual reside su gracia peculiar. Catorce versos dicen que es un soneto. El arte es, pues, forma.
Coimbra, moviendo la cola y ladrando, vuelve a saltar a dos patas y, en leve y alterno temblor en los brazuelos, se avizora mirando al farandul.
Más alcanza quien más olvida, porque aprende a gozar la belleza del mundo intuitivamente, y a comprender sin forma de concepto, ni figura de cábala, ni de retórica.
Clamé al cielo, y no me oyó. Mas, si sus puertas me cierra, de mis pasos en la Tierra responda el cielo, no yo.
Valle Inclán era muy consciente de que sus textos tenían una gran dificultad para ser representados y llevarlos a escena. Sin embargo escribe con una estructura geométrica, circular y con una precisión maravillosa…
La acción empieza en un cruce de caminos. Sobre la cruz de dos caminos, como comienzan las acciones que a Edipo le van a llevar a su terrible destino…
Desde el valle de la Vera: esperamos que pase el temporal, cada día vamos a leer un trocito de una obra maravillosa de VALLE INCLÁN, “Divinas Palabras”