Érase una vez una obra que se representa en una scaena en la que toca Javier Alejano y en la que Rafael Álvarez se convierte en El Brujo, en un bululú, un juglar, un aedo, proyecta esa voz subyugante, juega con el público, que es su público, y nos sienta junto al fuego (o junto al mar, porque hay conchas de vieiras) y nos dice: “En aquel tiempo…”. Y así comienza su historia, sus historias, que son la nuestra.
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