Inicio este blog porque quiero mantener con vosotros un contacto, o mejor, una prolongación del contacto que de hecho ya tengo los lunes en el Teatro Cofidis-Alcázar. Éste es el más personal y directo de mis espectáculos y realmente no es un espectáculo …ya lo sé, ya lo sé… soy yo mismo bajo el pretexto de la técnica de la risa. Pero hay más. Por ejemplo, abro un libro al azar (uno de mis favoritos) y leo lo siguiente: «La razón interior ilumina la razón exterior y así es como, mostrando su brillo, el hombre olvida su perla».
De verdad que no sé a qué razón se refiere (¿exterior, interior?) ni por su puesto tampoco sé qué cosa es «la perla». Sin duda algo de mucho valor, tal vez escondida entre el hipnótico despliegue de los destellos. Esto es lo que siento que a veces pasa con el teatro (promoción, crítica, premios, que si viene la gente, que si no viene y, para colmo, el 21% de IVA) pero el público no encuentra «la perla» y el actor, o sea, nosotros -y no sé si esto es peor- tampoco.
Alguien tal vez salga alguna vez de un teatro con la energía renovada para tomar una decisión esencial que le cambie la vida. A mí me ocurrió y aunque ahora sólo sea un juguete envuelto en papel de celofán, para eso se creó, se dice, originalmente el teatro. Pero sigo con el libro, escucha: «¿Dónde se siente y se piensa? En los pulmones, dice el griego (¡el griego!), los bronquios son las ramas de un árbol sacudido por los vientos furiosos de amor. Un sentimiento es un ritmo».
No hay comedia sin ritmo, digo yo. Para liberar al hombre de sí mismo se creó el don de la risa. Quien ríe con quien ríe, llora con quien llora y atiende su secreto, su ritmo… ¿su perla?
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